lunes, 5 de diciembre de 2011

La vida según Mario



 Aprovechando el fin de semana,y con la necesidad de probar una de  mis tantas cámaras, se me ocurrió lo que yo llamo "Salir de fotos" osea, ir por la ciudad, tomando colectivos sin tener en cuenta la línea ni el destino, simplemente subir sin elegirlo, bajar en algún sitio que me llame la atención, por algo en especial, puede ser un negocio viejo, una obra en construcción, una pareja de ancianos tomando mates en algún lugar, el frente de una casa de algún color extraño, una situación de una madre con sus hijos etc etc.
Lo que hago es pedir permiso para tomar fotos, y en base a esas fotos pedir una historia, cualquiera sea, con unas cuantas preguntas se incita el deseo de "contar" de las personas, pero esas preguntas no deben atentar contra la dignidad ni contra las costumbres. Tienen que ser preguntas que dejen espacio al dialogo, y por sobre todas las cosas que derriben la inseguridad y la desconfianza.
Alrededor del medio día del domingo, me encontré con un hombre en las afueras de la ciudad,de unos 30 años, pelo semilargo con ondas, no muy oscuro, con mirada tranquila y modales firmes pero serenos; estaba éste muchacho tratando de negociar unos cuantos diarios viejos con un quiosquero de revistas, mientras yo pasaba por ahí después de haber visto un par de casas interesantes y fotografiado unos cuantos personajes extraños, lo escuché y me sorprendió la manera de hablar, reconocí que no era de mendoza, y sin mucho que perder y con la excusa de preguntar el precio de mi revista preferida: "National Geographic", le pregunté de donde era, y me respondió muy amablemente que estaba de paso por mendoza, que él es de río negro, que viaja en su  moto con su perrita como acompañante.
Es un artesano, se dedica a la orfebrería. En unos días regresa a su provincia, le gusta viajar por el país, y lo recorre así, disfrutando de todo y de todos; con una alegría y una sonrisa difíciles de ignorar. Me llamó la atención también su moto, su estilo entre hippie y "renegado" (como el de la serie). Me impactó su historia, debo admitir que tuve mucha precaución al iniciar la charla con él, pero con el correr de los minutos me dejó saber que no había nada que temer.
Me compartió miles de historias, como cuando muchas veces lo agarra la piedra en la ruta y tiene que pasar la noche en algún bar de mala muerte, o cuando encontró 6 cachorritos mientras viajaba por el sur del país, y a pesar de la dificultad los llevaba con él a todos lados, hasta que al final regaló un cachorrito por provincia... 
Saqué muchas fotos, se puede decir que hice un "amigo", terminamos charlando de infinidad de cosas, y entre foto y foto siempre tuvo espacio para una anécdota más.
Por un instante quise ser como él, con esa libertad y ese modo tan particular de ver la vida.
Todo lo que posee, lo lleva con él, y asegura que no necesita fórmula para encontrar la felicidad. Que nunca podría atarse a nada, y que la simpleza es parte de su naturaleza.
Almorzamos un par de facturas que nos regalaron en una panadería de barrio, y yo le obsequié un puñado de caramelos que me habían dado en un vuelto.
Simpleza. Compartir con otro ser humano la aventura de su vida y aprender a mirar el mundo con ojos ajenos. Juro que disfruté dos horas a pleno.
No había etiquetas ni protocolo, sólo la obligación de ingerir alimento para no desfallecer. La comida se transformó en una excusa y una necesidad, no fué una ceremonia ni un modo de ostentación.  
Me despedí de él, sabiendo que jamás volvería a verlo. Yo sabía que por alguna razón él se había cruzado en mi camino.
Y que dos horas fueron suficientes para aprender un poco más de la vida.
Le prometí brindar por él y su perrita en navidad, no supo decirme donde estaría ni con quién, no tiene familia, tampoco muchos amigos, quizá el 24 a las 00 esté en la ruta que es donde se siente tan cómodo.
Le dí un fuerte abrazo y le pedí que se cuidara mucho, que nos veríamos allá arriba cuando tenga que ser, que no se olvidara de mí, que yo no me olvidaría de él.  
Regresé a mi casa pensando en muchas cosas, en los aciertos y equivocaciones de una vida así, en las comodidades de las que disfruto día a día, y que no me reportan ninguna compañía.
Pensé en qué o cuantas cosas yo sería capaz de dejar, si alguien me asegurara que así yo sería feliz.
Me pregunté si mi vida resultaría interesante a alguien, o si mi forma de ser le haría pasar un rato agradable a alguien más.
Vuelvo a repetir, simpleza. Una gran palabra, con un trasfondo muy profundo, que pocas personas se atreven a valorar.


        Besotes a todas!

                            

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