lunes, 20 de junio de 2011

Y a veces yo...



Si puedo ver la luz balanceandose entre sombras y ganar colores cada vez que te hablo. Si es un eterno comodín mi propio deseo, y un cubilete impaciente son tus palabras...
Si todo eso es cierto, la cúpula de mi vida se está resquebrajando, se desmorona lenta y con una fuerza aterradora. 
Puede volcar sus gritos en un cuenco, que se partirá después de todo.
No comprendo que en una situación, pueda caber una infinita soledad teñida de aliento. Que los cuerpos amigos se acercan, como buitres en picada, terminan llevandose mi fortaleza, succionando el valor que con tanto trabajo conseguí, y su presencia más parece agorera que amorosa. La contundencia de sus besos me socaba.
Llegó el momento de sobrevolar los finales felices y  recordar que también los espacios y los olvidos fueron parte de las luchas no ganadas. Que no se puede vencer a nadie, con el alma olvidada. Que el coraje también teme, también es cobarde, también llora.
Juré que quería compartir la lejanía y la tibieza del espiritu dormido de un atardecer.
Miré mi cuerpo  deshojado junto a las llamas... mientras la fogata dibujaba minutos en él. 
De un concierto de voces  provienen los quejidos pronunciando dulces adioses,
Tu última caricia, boqueando en un pasado que se seca con sólo nombrarlo...
Una figura que se confunde en la paz de una palma recién abierta, el sentimiento de que puedo cambiar el destino con solo mencionar el nombre de un amor perdido.
Doblegar la tristeza y taparla con hojas de otoño, sería el consuelo de un sombrío viaje hacia la nada...
Entumecidos parpados por soportar tantas madrugadas de palabras dichas para capturar insomios rebeldes. 
Aterida de momentos en donde el amor parecía triunfar en un acto de valentía, mostrando su pecho hinchado y blanco como la mente de quién lo alojaba.
No es posible enfrentar a tantos dioses, su voluntad, al final se concreta. Como una sentencia maldita recae sobre mis espaldas su castigo. 
Y hay tanta vida , más allá, que me secunda. Hay tanta esperanza en los pedidos a escondidas.
Entender la dinámica de los finales no es fácil, y no se trata de valor ni de venganza, se trata de dar vuelta la propia existencia y acomodarla al capricho de la mismísima incomprensión.

Sólo espero el sonido de la campana de largada, para ir a un viaje sin escalas, al país del cual nunca nadie ha dicho nada. 

Besotes a todas!!!