martes, 19 de abril de 2011

In veritate libertas (en la verdad está la libertad)



Cuando las verdades que una tiene guardadas de hace tiempo, son dichas, es como si un cofre de cuero viejo, lleno de moho se hubiera abierto.
Es muy difícil reconocer los errores que una comete, y más difícil aún, confesarlos.
Será por orgullo, o por desconocimiento de lo que esas situaciones significan para nosotras, que en algún momento decidimos callarnos, guardarlos, esconderlos.
Todos los días, al levantarnos, nos acordamos de esos errores mirandonos al espejo, pero al lavarnos la cara, es como si el agua los lavara y los dejara resbalar por el caño del desagüe, como si volviera a sumergirlos por algunas horas más en algún rincón muy profundo dentro de nosotras.
Y nos pintamos la sonrisa de cartón, algunas se ponen sus mejores zapatos, la mejor cartera, y salimos a la calle disfrazadas de autoestima. No queremos ponernos a pensar. Pensar es peligrosísimo en estas circunsatancias. 
Pensar significaría, encontrarnos de frente con la verdad de nuestros miedos, situaciones que hemos vivido en algún momento y que no supimos resolver y por ende, archivamos.
Significaría darnos cuenta que no somos todo lo fuerte que quisieramos ser; o que no somos capaces de ser sinceras con nosotras mismas, sin llorar por sentirnos patéticas y que no tenemos el mundo a nuestros pies como nos gustaría; o que todo lo que nuestras parejas/ amig@s / familia, admiran en nosotras, no es realmente toda la verdad. 
Quién no armó alguna vez un personaje en un cumpleaños familiar? Quién no fingió llevarse el mundo por delante,  en una reunión de amigas cuando en realidad temblabamos?
Tan difícil es mostrarnos tal cual somos, y confesar nuestras verdades?
Un teléfono celular muy caro puede ser una muy buena pantalla, un modo de decir todo lo contrario de lo que estamos sintiendo.
Aceptarnos a nosotras mismas, puede ser el primer triunfo de una gran batalla.
Empezar a vivir la verdad, y solamente la verdad, porque aunque nos parezca una debilidad, es una de las más grandes fortalezas del ser humano. 
Abrir el cofre de nuestros secretos, nos puede hacer vivir momentos muy amargos, abrir el corazón no es fácil, ni se hace de un día para el otro...
El sentirnos unas idiotas y el sabor agridulce de no saber si la otra persona nos comprende o si verdaderamente valora en la justa medida nuestras confesiones puede aterrarnos al principio, pero vale la pena el esfuerzo. Nos hace crecer como personas, como mujeres.
Saber seleccionar a quienes, como, donde y porqué abrir ese cofre; es nuestro mayor desafío. 

El mío ya empezó. 

                                            Besotes a todas!

                                               

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