Como no podía con la tarde entre mis manos, me dejé llevar, hacia cualquier lado, de tu mano, o tras tus pasos... ya no importa.
Inventamos un pic nic citadino, un remanso de vidrio y de cemento.
Algunas horas, sólo vos y yo, intentando encontrarle explicación a la nostalgia, mudandonos a vivir en los cuadros que veíamos, poniendole palabras a un intento de bucear por nuestras almas.
Una tarde serena. Las pócimas de paz, eran tu Coca y mi Sprite, las obleas de frutilla que compramos hacían las veces de testigos de un sinfín de miradas y abrazos que llegaban a la mitad y se morían de vergüenza.
Éste cuadro particularmente me fascinó. Caminé por ese sendero interminable, y me colgué de esas nubes de invierno... ese frío se metió en mis huesos, casi es la representación de un sueño recurrente.
Al final de la tarde, te acompañé a tu casa y me llevé una sonrisa de regalo.
Aposté a un reencuentro sin segundas intenciones, y nos traicionaron las lágrimas al despedirnos.
Besotes a todas!

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