jueves, 19 de abril de 2012

Invitación aceptada


Y hasta que finalmente acepté la invitación que me venías haciendo desde hacía meses.
Me decías siempre: "a ver si un día nos juntamos a tomar algo en casa..."
y yo lo dejaba pasar. como si no lo hubieras dicho, casi como que no pretendía hacerlo realidad nunca.
... Y me encontré la otra tarde, sin rumbo fijo. Muchas cosas por hacer, pero la cabeza llena de nubes. 
Pasé por un kiosco de revistas, compré el último número de mi revista favorita, me senté en el café "San Pablo", y de repente, me acordé de vos.
Hacía meses que no te veía, ni sabía nada de tu vida, y aún así te sentí muy cerca.
Estabas a sólo un mensaje de distancia, y te lo mandé.
Tu respuesta tardó, lo que tardé en terminar mi leche manchada. Pedí medialunas, y no las comí, se quedaron durmiendo en la mesa, como si fueran un estampado del mantelito de papel.
Pagué, y me fuí caminando despacio, marcando tu número de cel.
Escuchar tu voz me puso contenta. Te pregunté, me preguntaste... te dije, nos dijimos...
Hasta que tu propuesta cerró un bache largo, y pronunciado por el que atravesamos sin querer, en nuestra conversación.
Era como un dialogo con la mente, yo sabía casi con certeza lo que se venía después, vos sabías de mi nerviosismo.
Y aún así propusiste, y aún así acepté.
El húmedo recuerdo de nuestro encuentro anterior, me depositó suavemente en el 375 de la calle de tu casa...
Abriste la puerta, y nuestra química estaba ahí, intacta.
Me dió gusto tirarme en los almohadones hindúes con hilos dorados que te gusta desparramar por el living de tu casa; sentir ese aroma a madera mojada que hay siempre por ahí; me mostraste tus últimas adquisiciones de arte... Trajiste una jarra llena de tu té preferido: tilo con manzanilla y cedrón. Había un cuadro nuevo que habías comprado en la antigua estación de trenes, ahora convertido en paseo de artesanías.
Era una obra hecha con acrílico, era un barco pesquero regresando a puerto.
Esa pintura me dió paz, casi pude sentir el viento del puerto rozandome la cara, y el aletear de las gaviotas, resonó en mis oídos. Era una pintura de colores claros, con la luz del sol tocando el agua; y no sé porqué, pero estaban tus ojos en ese barco, tus manos en ese agua, tu voz, eran las gaviotas.
Charlamos de muchas cosas, la tarde se escapaba por el ojo de la cerradura de la puerta principal.
Me ofreciste preparar nachos con queso, te ayudé; había algo que me retenía a tu lado y no podía saber lo que era.
Empezaste a contarme un relato, que casi ni escuché, porque estaba tratando de averiguar a donde nos conducía todo ésto...
Y propusiste un juego, y yo no lo podía creer. Jugar?, te dije. Ajam, me respondiste con una semisonrisa en el rostro.
A qué?, pregunté. (mis alertas, por poco se ponen a gritar dentro mío) 
Me tenés que decir 5 cosas que te gustan de lo que sea, y 5 cosas que no.
Me empecé a reír... me pareció simpática la propuesta.
Empezás vos, me dijiste.
Ok. De lo que sea, de cualquier cosa? me aseguré. -Si, de lo que sea.
Ummm... dejame pensar...
Ah sí!
- Me jode sobremanera, cuando voy en el colectivo a la mañana, que toda la gente se baña en perfume. Se despiertan con la nariz tapada, que se echan el frasco encima?
- Me molesta, cuando voy a la casa de mi mamá, a las dos de la tarde, que le quiero contar cosas, y ella me hace callar, para ver la novela.
- Que jodienda más grande, cuando tengo un billete de 100 pesos y no tengo ni un centavo más, y nadie, pero nadie tiene cambio. Al final, es como si no tuviera ni un mango.
- Me estorba demasiado, que los tipos me cedan el lugar, el paso, el asiento o lo que sea.
- Me agarra un odio sideral cuando me prometen cosas y después no las cumplen. Tiendo a eliminar de mi vida a esa gente. 

 Y cosas que me gustan...

- Éste momento me gusta... me hace bien, me carga pilas. (me agradeciste con los ojos, que de repente se pusieron más claros que de costumbre)
- Me gusta comprar chocolates, caramelos y guardarlos en diferentes carameleras de la casa, para tenerlos siempre a mano.
- Es agradable para mí, sentarme a escribir cuando el sol está guardandose...
- Adoro jugar partidos de fútbol y terminar inconciente de cansancio.
- Y por último... obviamente, me gusta estar con mi mujer, y pasar una noche con ella, de esas noches que te dejan un sabroso dolor en el cuerpo al día siguiente... ejemmm...

Me hizo su lista, y coincidimos en varias cosas, salvo en los partidos y los colectivos. Detalles menores.
Se hicieron las 11 de la noche, y era como si recién hubiera llegado. Me propuso cenar juntas y me comentó el menú: sopa de tomate con hierbas, lasagna de berenjenas con salsa blanca, y de postre turrón alemán, que había preparado el día anterior.
Desistí. No me pareció. (no el menú, sino lo que implicaba la cena...a buen entendedor...)
Me marché a casa con la sensación de haber tenido mucho frío y de que alguien me puso un grueso cobertor encima, con sabor a canela en la boca, pero con la eterna pregunta sin responder. Porqué caigo en la realidad justo cuando empezás a soñar?
Porqué siempre abro los ojos yo? siento la necesidad de olvidar nuestro encuentro... como si un vaso dentro mío se llenara con algunas horas compartidas nada más.
Como si al irme, el hechizo no sufriera fractura, me voy con la idea, de que siempre puede haber un encuentro más. Y eso me basta.
Me despediste en la puerta de tu casa con un tierno beso, uno que dejaba tu marca en mi mente, uno que recorrió mi cuerpo sin que siquiera lo toques.
Una marca al agua, transparente, invisible. 
Un secreto que compartimos vos y yo. Un posible regreso.

              Besotes a todas!                           

                        

2 comentarios:

  1. Conozco esa sensación, la he vivido más de una vez. Es una renovación de esperanzas y de que, a pesar de todo, ser feliz es posible en algún universo desconocido.

    ¡Un besote, chep!

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  2. Hola exploradora! bienvenida a bordo... un placer que pases por aquí. Así es, una renovación de esperanzas, nunca mejor dicho. Besotes para vos!

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