Hace mucho tiempo sé de tus más profundas penas, de las materias que tenés pendientes con la vida y de las derrotas que has preferido disfrazar con un manto de indiferencia para no llorar amargamente cuando los recuerdos aparecen sin avisar.
Tuviste una vida difícil, la paz y un reconfortante hogar no fueron tu suerte.
Alguien alguna vez me dijo, que vos vivías tirando piñas a todo lo que se te acercaba, por las dudas que algo fuera a lastimarte. Fué una metáfora acertada, porque tus ojos se multiplican desconfiando de todo para protegerte.
Aprendiste que vivir no era esperar por las oportunidades, que nadie iba a venir a ofrecerte salvación y consuelo, que tenías que ser fuerte, y aunque no es tu naturaleza, aprendiste a agredir sin tregua para conseguir tus propósitos.
La jungla de la vida te atrapó, se engulló tu dulzura, te arrancó de cuajo los sentimientos.
Pero aún así, quisiste salvar aunque más no fuera un poco la bondad de tu alma y así fué como inventaste tu propio modo de amar.
Recolectaste todo lo que te hizo daño, lo metiste en una bolsa y lo apartaste de tu vida para siempre. Fundaste tu propia burbuja, tu castillo, tu guarida, donde eras dueña y señora de todo.
En ese sitio se respetaban tus reglas, quisiste inventar una constitución aparte para regir tu propio país.
Inventaste la bandera y el himno que te acompañarían en todas las batallas. Tus ideas y forma de pensar era la religión que profesaron todas las personas que ingresaban a tu mundo.
Pero olvidaste algo muy importante, y es que por mucho que corras, por mucho que te quieras escapar y no ver la realidad, ésta alguna vez te alcanza, y casi siempre te hace caer de narices en el pavimento, te quiebra todos los huesos y te manda al hospital de los muñecos, como Pinocho.
Fué lo que te pasó el otro día. Tu padre y todo tu pasado se materializaron en una esquina de la ciudad. Ibas conmigo. Te pusiste a temblar cuando tu padre pronunció tu nombre.
Pensé en convertirme en baldosa y desaparecer y cuando miré ya era tarde, el hombre estaba casi al lado nuestro.
Lo saludaste amablemente, pero ví la confusión y el desasosiego en tu cara.
Fueron sólo un par de besos y ninguna palabra. Fueron diez segundos que te destruyeron peor que una catastrofe natural.
Esos besos se transformaron en puñaladas.
Te hirió el silencio, la falta de preguntas para saber como estabas, tu mundo enmudeció y el resto del camino parecía un acompañamiento fúnebre.
Nos sentamos en la plaza, para que calmaras un poco tanto llanto.Te compré una gaseosa y unas pastillitas que vienen con la cabeza de mickey. Respeté tus lágrimas, te abracé y te confesé que mi situación es casi la misma, con la diferencia que yo escribo en vez de llorar, juego al fútbol en vez de contar mis cosas a alguién más.
Intenté razonar con vos, pero tu corazón nos invadía una y otra vez.
Me dijiste que ese señor (tu padre) nunca se había acordado de ningún cumpleaños tuyo, y tampoco estuvo presente en los momentos importantes de tu vida, como tampoco aportó presencia en los momentos cotidianos y comunes. Que ni siquiera sabe la edad que tenés y que nunca se interesó por conocer nada de vos.
Y me dejaste pensando.
Siempre digo que hay que aceptar a las personas tal cual son, con sus virtudes y sus defectos.
Lo aprendí no hace mucho, y acepté que mi padre es un hombre con incapacidad de expresar sentimientos, que no sabe hacerlo, que nunca aprendió. Y que no es su culpa! es un ser humano con limitaciones y que todo el amor que no sabe expresar, necesita que se lo den a él. La sociedad lo hizo así, sus padres colaboraron para eso; sus circunstancias, sus miedos y su sentimiento de inferioridad fueron la frutilla del postre.
Ya es tarde para enseñarle, pero no es tarde para mostrarle que yo sí pude aprender; que decir "te quiero" me hace libre, que dar un beso, limpia el alma, la purifica como si fuera agua bendita. Aprendí a perdonar, a olvidar sus ausencias y su falta de afecto hacia mí.
Mi padre. Mi karma y mi condena. Lo amo y lo odio por igual. Lo necesito y lo desprecio como a nadie. Su silencio también me hiere, y hago de cuenta que no existe muchas veces. Pero la vida me lo pone delante todo el tiempo.
Porque me pasó y me pasa todo ésto es que te entiendo, lloramos juntas en la plaza, yo por vos, vos por mí.
Con el corazón en la mano, nos comimos las pastillitas y nos tomamos la gaseosa. La vida es así...
Besotes a todas!

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