viernes, 2 de noviembre de 2012

Coquine


Un gato llamado Coquine, un montón de lápices de colores desparramados por el suelo, un velador que me acompaña a media luz, y me dice que es tarde, que mi alma tiene que descansar.
La fractura de un beso que era tuyo.
Mi colosal y desmedida pena con sus ojos cerrados y acomodandose para llorar.
Todavía queda algún paisaje alrededor mío; el paisaje del atroz ruido de las cosas al caer, cuando barriste de un manotazo la civilización completa de nuestra historia.
Le pido al aire que se mueva, que me entre en los pulmones y me mantenga viva; porque mi fuerza se fué a buscar ayuda a otro sitio, se fué y me dejó mirando de frente a mis propios enemigos.
Creíste que disparar esa flecha era ser libre, era conquistar el peligro. Y sin que pudieras hacer nada la flecha que te hizo ser libre un instante, se me clavó en el pecho y me fulminó.
No hay Dios que responda nuestras preguntas.
No alcanza con saber que el daño está hecho. Hay algo más profundo que se esconde detrás de tu miedo y del mío.
Mientras nos preguntamos cómo seguir, cómo confiar otra vez, la voz se nos pone de un color desconocido y se nos quedan atrapadas entre los dedos las disculpas.
Coquine no sabe, ni siquiera se imagina, que se ha congelado su maullido en el aire.
Él juega con los lápices, y nosotras tratamos de rescatar al menos eso del naufragio: el poco juego que nos queda.

        Besotes a todas!!!
               
                

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